martes, 24 de noviembre de 2009

Sobre la Circulación de las Ruinas - Parte III

Sí, es cierto, Chichén-Itzá se hunde como Venecia bajo el peso de nuestros pasos y miradas. A nuestras pupilas dilatadas cual cenotes  le deben los pobladores mayas su país de los muertos. Tal vez las órbitas de los guerreros y las calaveras,  a lo mejor el dios de la lluvia y el del sacrificio, fueron tallados con un propósito que escapaba a su propia finalidad. Los jeroglíficos, las curvas del observatorio de El Caracol o las sombras del Templo de los Guerreros están allí con el objetivo de mirarnos pasar pensando en qué carajo fue lo que pasó. Todo edificio, a fin de cuentas, es una estrategia para ocultar esa redundancia que es la vida. La venganza del tiempo es lenta, y aún más confusa que la eternidad.