se me ha ido en esto
tal vez la vida entera
en escribir la plegaria
del centro comercial
la luminosidad sencilla, tajante
de las tiendas a medio llenar
la tarea bruta y diáfana que implica registrar
metálicos susurros y facturas
de códigos arborescentes y destinos
pintados sobre innumerables cajas
cajas de cereal
cajas copadas de plástico gris
cajas de herramientas
cajas con amenas tarjetas de invitación y papel de seda
cajas de raviolis para descongelar
cajas de raviolis para descongelar
cajas de pelo
cajas bulbiformes llenas de vasos diletantes
cajas de musculosas arepas sudadas y camisetas deportivas
cajas de musculosas arepas sudadas y camisetas deportivas
cajas de furor, esbeltas cajas de nudillos y utopías
cajas estúpidas
diminutos y coloridos bloques de conversación adecuadamente distribuidos
en renuentes y modestas concentraciones sociales de pudor y desenfreno
holgura, traición, hastío, agonía, indiferencia, soberbia, depresión, vicio
sugerentes y apacibles desvíos agrupados en lecturas y mutaciones trilladas
horrores, paquetes turísticos e imprevistos suministrados a tiempo y en cadena,
dislates, hipertensiones, obesidades, neologismos y anorexias digitales
deleites, traumas y candelas, revoluciones, fallas de origen y trayectorias
sea lo que fuere ten por seguro que alguien ya las compró al por mayor
si es que de ellas no se adueñó el presente estado