miércoles, 10 de noviembre de 2010

La fábrica de expropiación


se me ha ido en esto
tal vez la vida entera
en escribir la plegaria
del centro comercial

la luminosidad sencilla, tajante
de las tiendas a medio llenar
la tarea bruta y diáfana que implica registrar
metálicos susurros y facturas
de códigos arborescentes y destinos
pintados sobre innumerables cajas

cajas de cereal
cajas copadas de plástico gris
cajas de herramientas
cajas con amenas tarjetas de invitación y papel de seda

cajas de raviolis para descongelar
cajas de pelo
cajas bulbiformes llenas de vasos diletantes

cajas de musculosas arepas sudadas y camisetas deportivas
cajas de furor, esbeltas cajas de nudillos y utopías
cajas estúpidas

diminutos y coloridos bloques de conversación adecuadamente distribuidos
en renuentes y modestas concentraciones sociales de pudor y desenfreno

holgura, traición, hastío, agonía, indiferencia, soberbia, depresión, vicio
sugerentes y apacibles desvíos agrupados en lecturas y mutaciones trilladas

horrores, paquetes turísticos e imprevistos suministrados a tiempo y en cadena,
dislates, hipertensiones, obesidades,  neologismos y anorexias digitales

deleites, traumas y candelas, revoluciones, fallas de origen y trayectorias
sea lo que fuere ten por seguro que alguien ya las compró al por mayor

si es que de ellas no se adueñó el presente estado