jueves, 21 de enero de 2010

Sobre la circulación de las ruinas - Parte V (2012)

Hace calor.  Las elevadas temperaturas doblan las bandas sonoras que acompañan esta sensación de hallarnos completamente detenidos y de que, por más que intentemos desplazarnos, el único efecto visible lo producirá una desleída tropa de seres pomposamente vestidos saliendo del complejo arqueológico hacia esa enigmática criatura que hemos dado por llamar autobús. El guía bilingüe sonríe. La serpiente de lengua bífida también ha logrado conservarse inmaculada. Poco antes de ascender por la escalinata hacia el asiento mullido por el letárgico esfuerzo del aire especialmente acondicionado, me dan ganas de volver a la cima de la pirámide para comprobar cuán cierta era la idea de que todos y cada uno de nuestros pensamientos sobre Chichén-Itzá nos esperaban en la cúspide tan sólo para que los abandonáramos y les permitiéramos añadirse sin más a los regios detalles de la arquitectura prehispánica, a los potes de basura de aluminio donde dejamos caer los palitos de helado y, desde luego, a la cámara sagrada del hombre del asiento de al lado. Clic. Se dispara el flash. Alguien destapa una botella de agua sucinta y mineral. Los frenos chirrían y veo a lo lejos mis pensamientos perpetuos, inútiles y tallados en el más bajo de los relieves.
    “Desde arriba, se contempla una miríada de árboles cuya altura es insoportablemente uniforme, de tal manera que, a la llanura de la península, se suma una planicie conformada por densos follajes que, como en una horrenda y emplumada progresión, se agregan abigarrados a la sobria extensión del cielo, contrapuesta con soltura al suelo cuya falta de relieve probablemente sirva para ocultar un espacio de ilimitados restos arqueológicos diseñados con miras a configurar una llanura de aguas subterráneas capaces de servir con su lecho a millares de muertos deseosos de extraviar sus rasgos en las informes pampas submarinas y, sobre todo, en la abrumadora acumulación de sedimentos del mismo material pero de contextura variable, de la cual sin embargo, tal vez por nuestra culpa, querrán en ocasiones escapar constantemente forzándola a las más disímiles apariencias. Y es a esto a lo que llamamos nostalgia del progreso. Enterrados en lo alto de la pirámide, ¿cómo carajo nacieron las ciudades sino fue a través de un truco de perspectiva? El tramado de cabuyas usado para cuadricular un terreno y desenterrar el pasado es idéntico al que un tal Durero empleó para transfigurar un desnudo en superficie. Como vemos, se trata siempre y en cualquier caso de fabricar la ilusión del acontecimiento. Lo que se agita en el fondo le resbala al cielo. Nos hundimos en lo que pasa de largo tallado en la piedra que nos acompaña a todas partes”.
    Acodado en lo hondo de mi asiento, repito exactamente esta última frase antes de volver a tomar nota sobre el modo en que la escribí en mi cuaderno sabiendo de antemano que ni siquiera la consciencia de la reiteración podrá salvarme de Chichén-Itzá. A los pocos días un imitador del pibe-Nietzs-ché replicará la idea del Eterno Retorno y yo me creeré en Ciudad de México.
     “Allí, una mega-metrópolis se iza perforando delicadamente las aberturas que le permiten a una ciudad moderna construirse encima de un enclave colonial cuyas catedrales y edificaciones se levantan sobre los templos y estructuras de una civilización antigua desplegada en el espacio enterrado bajo el celaje reflejado por una laguna cuya insistente desaparición encubre ese reino de los muertos al cual es preferible llegar sin perder el estatus que se tiene  en vida de tal manera que el más allá, ese taimado proyecto de continuidad, ese son de arpa grande y ranchera desgañitada, no sea más que un acto de mala fe por el cual mañana también nosotros nos encontraremos escarbando en las distintas capas del abismo hasta hacerlas desaparecer por completo, cosa imposible por cierto, al menos en  Ciudad de México pues, tan pronto como se delatan o planifican los distintos auges y caídas del catolicismo, el capitalismo, el monopartidismo panteísta y la anarquía –rememorando uno y otro sin cesar a través de los murales comunistas de una soberbia población llamada Diego Rivera-, el cielo se viene abajo cubriéndonos con una densa pátina de smog de tal manera que cada vez se hace más difícil suponer que el mismísimo infinito no es de humana invención. Si toda ciudad, a fin de cuentas, es el intento por representar el umbral en que arqueología y progreso se desdibujan al unísono, Ciudad de México ejemplifica la imposibilidad de actuar sin levantar más polvo del que realmente se puede respirar. Cada vez que hablamos, lo hacemos como cadáveres en marcha.
A mí, por ejemplo, se me antoja que México-de-efe es una conspiración y un modo de ocultar a los ojos de dios, de la opinión pública y de los vanidosos reporteros de vanguardia, la creación, puertas adentro, de una nueva ciudad. Hablamos de una capital completa, urbanizada por vagos recuerdos y memorias en ruinas sobre sitios arqueológicos,  circunscrita al insípido y caricaturesco tremolar de un Bocho o dividida por museos que jamás abrirán sus puertas, cuando no diagramada entre las páginas desordenadas de un proyecto editorial inconcluso. Y es menester hacerse digno de ella, es decir, dejarse enterrar vivo por los tarantines que jamás llegaron al zócalo pensando que  ya ese lugar agotó su porción de pecado, nuevo y original, lléveselo ahora, nuevo y original con servicio incorporado, rezarán en ella los vendedores ambulantes de teléfonos móviles que me harán perder el hilo el día de hoy¨
Sumergido en el fondo de mi asiento y nunca más en otro lugar, imagino que repito las frases que escribiré y luego repetiré en voz alta cuando me crea en Ciudad de México con la única intención de pasar un buen rato con mi esposa y tal vez, quién sabe, llamar a mi madrina para preguntarle entre escupitajos: ¿Dónde es que realmente se alza el Popocatepetl?, a lo que ella, con toda seguridad responderá, pues lo ha dicho ya innumerables veces: más allá de la campana al vacío de esta mierda inconmensurable ¿¡pinche cabrón hijo de la gran puta, a qué viene tamaña pregunta!?
    En el 2012, según el calendario Maya, se agotarán los días capaces de ser calculados con antelación, es decir, los días destinados a la repetición. La observación no es antojadiza. Sabemos, cuando mucho, que el futuro desapareció hace ya millones de años. Acaso el presente sobrevivió al cataclismo. Así, mientras el vehículo que se hace pasar por autobús de lujo penetra la llanura, cierro el cuaderno un millón de veces para, aunque sea por un rato, meditar en aquel indio no tan Fernández que se creyó escritor argentino en su afán por montarse en una motocicleta, hecho del cual no salió muy bien parado pero sí con razones suficientes como para olvidar tales entelequias y levantarse al día siguiente deseoso de cargar su costal de maíz hacia los linderos de la leyenda de la foto de la reseña histórica publicada en la página 4 del catálogo de 1999 del Museo Nacional de Antropología, donde claramente dice que: “es justamente aquí donde los súbditos irán a rendirle tributo al emperador”. 
Estas palabras, atravesadas por los rayos albicelestes del Cortázar, tal vez permitan al muy anónimo indio multiplicar su vida lo suficiente como para ganar un mínimo de espesor entre las capas que componen la identidad mexicana y así sobrevivir a un par de minutos, millones de habitantes y quién sabe cuántas páginas web alrededor del planeta. Y es que si no fuera por la distancia entre el catálogo mal impreso y el archi mentado relato argentino, el indio no tendría otro espacio que recorrer, pues su vida depende de la cantidad de veces que se repita este trayecto antes del próximo punto final.

lunes, 18 de enero de 2010

Sobre la Circulación de las Ruinas - Parte IV

Al hombre a mi lado le tiembla el pulso cuando apunta su cámara hacia la galería de las mil columnas. De la cámara salía el dios, vestido de plumas de quetzal, de brazos abiertos y bamboleando su sexo ante las masas aborígenes. A través de la cámara brotan las imágenes que aún hoy se usan en el tríptico orientado a seducir a multitudes de turistas con el cómodo ascenso al punto más alto de la civilización mesoamericana. Y a la cámara mandan también a las sensuales modelos de última generación y a cualquier insurgente no importa si este sea o no radical conservador, libre pensante acomodaticio o pseudo-revolucionario plenipotenciario ¡Venga a Chichén-Itzá! Así reza el pírrico spot publicitario, como si ya no estuviésemos allí y por doquier. Y como si no fuéramos a reproducir el sitio arqueológico en todas partes.