lunes, 18 de enero de 2010

Sobre la Circulación de las Ruinas - Parte IV

Al hombre a mi lado le tiembla el pulso cuando apunta su cámara hacia la galería de las mil columnas. De la cámara salía el dios, vestido de plumas de quetzal, de brazos abiertos y bamboleando su sexo ante las masas aborígenes. A través de la cámara brotan las imágenes que aún hoy se usan en el tríptico orientado a seducir a multitudes de turistas con el cómodo ascenso al punto más alto de la civilización mesoamericana. Y a la cámara mandan también a las sensuales modelos de última generación y a cualquier insurgente no importa si este sea o no radical conservador, libre pensante acomodaticio o pseudo-revolucionario plenipotenciario ¡Venga a Chichén-Itzá! Así reza el pírrico spot publicitario, como si ya no estuviésemos allí y por doquier. Y como si no fuéramos a reproducir el sitio arqueológico en todas partes.

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