martes, 5 de octubre de 2010

Penélope atragantada, o how Bored-is-Karl-Orff?



Para Mikhail Jacksonofabitch y en General


Bailando la versión en meneaito de Carmina Burana, medio ebria y cual la propia trasvesti, Penélope sorbe otro Manhattan e intenta olvidar la inconsútil trama que –desde que el doctor dijera “Está vivo, está vivo”– le obliga a desovillar al monstruo para coserlo de nuevo en su sitio.




Como bien pueden imaginar, mantener juntos los miembros adnatos y las partes automotrices robadas requiere de mucho tacto y guante de seda a la hora de romper lazos y atar cabos sueltos. No menos gracia hace falta, a su vez, al momento de darle cuerda a cuanta teoría de física subatómica se cuela entre los filamentos de ácido desoxirribonucleico que empleamos para amarrar las riendas de la bestia.  Y que Dios nos guarde de permitir que los brazos, piernas, afiches, calcomanías y células hepáticas del monstruo duerman juntas, pues estas pertenecen a seres que no han de compartir sueños, duermevelas y padecimientos. Si las ilusiones noctámbulas de los hombros, frentes, orejas y fémures se cruzan entre sí, las consecuencias no necesariamente resultarán tan obvias como catastróficas. Fragmentos de esperanza, desarticuladas esquirlas del ensueño, diminutos pedacitos de memoria, migajas y expectativas que debieron podrirse y desaparecer;  si estaban hechas o no para chocar y fusionarse, quién sabe; lo cierto es que la muy bestia es la razón que las une y la máquina que las mantiene aparte. “Y es que, de haberse confundido, tal vez aquellos delirios resultarían hoy por hoy irreconocibles”, piensa Penélope, adolorida, fatigada, cansada ya de mirar a través de la cerradura hacia el comedor plagado de pretendientes disfrazados de dobles de Elvis Presley totalitariamente dispuestos a ignorar al verdadero rey.




“Está vivo, está vivo”, una vez más Penélope recuerda los aullidos del doctor y aquellos furibundos relámpagos que, además de soldar al monstruo en alma y cuerpo, quemaron todos y cada uno de los bombillos de Las Vegas. Sí, en efecto, ya llegará el momento. Al mediodía, Leopold Bloom regresará a través de una caminata lunar para que a tus ojos James Joyce suplante al sujeto que hará de Boris Karloff poco antes de que su caracterización de Michael Jackson le produzca un paro cardíaco. Total, la culpa siempre será del doctor y pronto no habrá necesidad de mayores excusas. En el palacio, el Rey will  love me tender en tanto sus dobles responderán con  Suspicious Minds para que todos nos sumemos al coro de lo más redundantes y desgañitados repitiendo que we´re caught in a trap, ora con acento mexicano, ora rodando las vocales cual distraídos mayameros -I can´t walk out-, como si cada estrofa nos cautivara con sus hemistiquios doblados cual barrotes de prisión. Because I love you too much baby.  En cuanto al monstruo, una vez que los clones de Elvis suplanten a sus imitadores, acaso lo usaremos de cubrecama, tal y como lo ordenó Penélope antes de perder el hilo del argumento que la cosió a tu falda, querida mía, deletérea criatura, retallón infernal.